Su sueño a los 11 años: estudiar en Harvard
Un versión de que estudiaría física puso a Luis Roberto en los medios. Sus padres aclaran que es un proyecto
TALENTO. Luis Roberto en pocos meses aprendió a tocar instrumentos musicales como el acordeón, el piano y la flauta. (Foto: RAÚL TINOCO EL UNIVERSAL )
ZAMORA | Viernes 21 de junio de 2013 Dalia Martínez Corresponsal | El Universal00:10
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Su mayor aspiración en la vida es desarrollar un día un invento tan revolucionario que maraville a la humanidad y nadie dude de sus bondades, porque sólo servirá para mejorar la vida. Luis Roberto Ramírez Álvarez desconoce aún qué podría ser eso tan maravilloso, pero está seguro que tendrá que ver con la tecnología y la energía solar, y lo mejor de todo es que deberá ser muy barato, no contaminante y accesible para toda la gente.
La creación saldrá de su propia empresa, de la cual, dice, ya sabe su nombre: "Vomvonera", con "uve", por una explicación matemática que tiene que ver con ecuaciones donde alfas, betas y omegas intervienen. "Es una secuencia matemática sencilla, ¿entiendes?", pregunta con insistencia.
También desarrollará otros inventos de los cuales prefiere no revelar mucho para que no se los vaya a piratear un vival, pero que podrían servir en un momento dado para viajar en el tiempo, aliviar el dolor de las guerras y también el hambre y la pobreza.
El escaso metro y medio que levanta del piso no le impide a Luis Roberto pensar en grande y soñar con entrar algún día a la universidad más prestigiosa del planeta: Harvard, desde donde asegura, desarrollará fórmulas matemáticas y de física cuántica que le llevarán a crear sus grandes inventos.
Su nombre saltó a los medios de comunicación precisamente porque en días pasados se difundió una versión en la que se entendía que comenzaría a estudiar en esa institución estadounidense, la cual negó que estuviera inscrito. Sus padres aclaran que nunca fue así.
Por lo pronto, con su papá, el abogado Roberto Ramírez, se apoya desde hace meses en una fundación de empresarios michoacanos (Fucidim) para investigar, reunir y concretar algún día -no muy lejano, confía- los altísimos requisitos exigidos por la Universidad de Harvard, para que Luis Roberto cumpla su sueño de estudiar con las mejores mentes del planeta.
Su madre, Irma Fabiola Alvárez, una joven mujer profesionista que dejó de ejercer la carrera de administración de empresas para cuidar a sus dos hijos varones, mira con orgullo y preocupación la inteligencia de su primogénito. Dice que "ha sido un cambio drástico en la dinámica familiar", en función de un niño que no quiere esperar a conocer todo lo que se le presenta.
"¿Cómo funciona esto? ¿Tiene juegos tu celular? Para que sirve ese lente? ¿Si sabías que Einstein era muy distraído, como yo?". Su boca es una máquina de preguntas que no esperan respuestas.
Quizás por eso sus maestros no soportaron que cuestionara las enseñanzas tradicionales y que preguntara cosas para las que los profesores no estaban preparados.
"Solo tienes que estudiar lo que viene en el libro", relata su mamá que le decían sus maestras de primero, segundo, tercero y cuarto año de primaria, de donde salió condecorado y con las mejores calificaciones que otorga nuestro sistema educativo.
Por eso a los nueve años decidieron llevar al chico a que le practicarán estudios sicométricos en instituciones privadas y posteriormente acudieron a la Secretaría de Educación Pública (SEP), donde lo sometieron a pruebas académicas, sicológicas y sicométricas que verificaron que el niño estaba apto para aprobar estudios avanzados de lo que le faltaba de Primaria.
Ahí mismo ratificaron también que su Coeficiente Intelectual es de 152-160, semejante al de Albert Einstein, que lo colocó inmediatamente en el selecto grupo de los tres niños genios del país.
En la actualidad cursa estudios en el Sistema de Enseñanza Abierta (SEA) del Colegio de Bachilleres donde ha acreditado mediante exámenes rigurosos a sus casi 11 años de edad, la primaria completa, la secundaria y 26 de las 44 materias la enseñanza preparatoria.
El mundo de Luis Roberto es un mundo de adultos que comparte con su hermano Emiliano, de seis años de edad, y uno que otro primo. Es una combinación estimulante de comprensión, novedad, cariño y armonía, donde sus padres tienen ahora la nueva encomienda de protegerlo de los reflectores que ha despertado su caso.
Y es que su padre se queja de los medios de comunicación "y la distorsión que han hecho de su inteligencia", lo que considera puede poner en riesgo los altísimos planes para su hijo.
"Lo de Harvard es una aspiración del niño. Nadie se lo dijo, él la investigó y la seleccionó y nosotros luchamos porque así sea, porque es nuestra obligación y una gran responsabilidad de apoyo que tenemos como padres", argumenta.
Cuando Luis Roberto no juega cosas propias de su edad, la cabeza la tiene metida en un libro de historia, matemáticas, química, física o literatura universal. La Iliada, La Odisea y El Quijote le son familiares y se abstrae por completo cuando algo que le interesa.
Con esa dedicación y facilidad ha aprendido también en pocos meses a tocar instrumentos musicales, como el acordeón, el piano, la flauta y la armónica.
Luis Roberto, el niño genio mexicano que este viernes soplará 11 velas de un pastel, sabe que es distinto, importante, pero a él sólo le importa que la gente, su familia y los que ama sean felices y asegura que "Dios me hará su instrumento para que así sea".
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Su mayor aspiración en la vida es desarrollar un día un invento tan revolucionario que maraville a la humanidad y nadie dude de sus bondades, porque sólo servirá para mejorar la vida. Luis Roberto Ramírez Álvarez desconoce aún qué podría ser eso tan maravilloso, pero está seguro que tendrá que ver con la tecnología y la energía solar, y lo mejor de todo es que deberá ser muy barato, no contaminante y accesible para toda la gente.
La creación saldrá de su propia empresa, de la cual, dice, ya sabe su nombre: "Vomvonera", con "uve", por una explicación matemática que tiene que ver con ecuaciones donde alfas, betas y omegas intervienen. "Es una secuencia matemática sencilla, ¿entiendes?", pregunta con insistencia.
También desarrollará otros inventos de los cuales prefiere no revelar mucho para que no se los vaya a piratear un vival, pero que podrían servir en un momento dado para viajar en el tiempo, aliviar el dolor de las guerras y también el hambre y la pobreza.
El escaso metro y medio que levanta del piso no le impide a Luis Roberto pensar en grande y soñar con entrar algún día a la universidad más prestigiosa del planeta: Harvard, desde donde asegura, desarrollará fórmulas matemáticas y de física cuántica que le llevarán a crear sus grandes inventos.
Su nombre saltó a los medios de comunicación precisamente porque en días pasados se difundió una versión en la que se entendía que comenzaría a estudiar en esa institución estadounidense, la cual negó que estuviera inscrito. Sus padres aclaran que nunca fue así.
Por lo pronto, con su papá, el abogado Roberto Ramírez, se apoya desde hace meses en una fundación de empresarios michoacanos (Fucidim) para investigar, reunir y concretar algún día -no muy lejano, confía- los altísimos requisitos exigidos por la Universidad de Harvard, para que Luis Roberto cumpla su sueño de estudiar con las mejores mentes del planeta.
Su madre, Irma Fabiola Alvárez, una joven mujer profesionista que dejó de ejercer la carrera de administración de empresas para cuidar a sus dos hijos varones, mira con orgullo y preocupación la inteligencia de su primogénito. Dice que "ha sido un cambio drástico en la dinámica familiar", en función de un niño que no quiere esperar a conocer todo lo que se le presenta.
Una máquina de preguntas
Su menuda figura metida en un cuerpo de menos de 30 kilos no alcanza a estar quieto por más de cinco minutos, como tampoco sus grandes ojos negros tupidos de largas pestañas que todo el tiempo están a la caza de objetos y cosas. "¿Cómo funciona esto? ¿Tiene juegos tu celular? Para que sirve ese lente? ¿Si sabías que Einstein era muy distraído, como yo?". Su boca es una máquina de preguntas que no esperan respuestas.
Quizás por eso sus maestros no soportaron que cuestionara las enseñanzas tradicionales y que preguntara cosas para las que los profesores no estaban preparados.
"Solo tienes que estudiar lo que viene en el libro", relata su mamá que le decían sus maestras de primero, segundo, tercero y cuarto año de primaria, de donde salió condecorado y con las mejores calificaciones que otorga nuestro sistema educativo.
Por eso a los nueve años decidieron llevar al chico a que le practicarán estudios sicométricos en instituciones privadas y posteriormente acudieron a la Secretaría de Educación Pública (SEP), donde lo sometieron a pruebas académicas, sicológicas y sicométricas que verificaron que el niño estaba apto para aprobar estudios avanzados de lo que le faltaba de Primaria.
Ahí mismo ratificaron también que su Coeficiente Intelectual es de 152-160, semejante al de Albert Einstein, que lo colocó inmediatamente en el selecto grupo de los tres niños genios del país.
En la actualidad cursa estudios en el Sistema de Enseñanza Abierta (SEA) del Colegio de Bachilleres donde ha acreditado mediante exámenes rigurosos a sus casi 11 años de edad, la primaria completa, la secundaria y 26 de las 44 materias la enseñanza preparatoria.
El mundo de Luis Roberto es un mundo de adultos que comparte con su hermano Emiliano, de seis años de edad, y uno que otro primo. Es una combinación estimulante de comprensión, novedad, cariño y armonía, donde sus padres tienen ahora la nueva encomienda de protegerlo de los reflectores que ha despertado su caso.
Y es que su padre se queja de los medios de comunicación "y la distorsión que han hecho de su inteligencia", lo que considera puede poner en riesgo los altísimos planes para su hijo.
"Lo de Harvard es una aspiración del niño. Nadie se lo dijo, él la investigó y la seleccionó y nosotros luchamos porque así sea, porque es nuestra obligación y una gran responsabilidad de apoyo que tenemos como padres", argumenta.
Cuando Luis Roberto no juega cosas propias de su edad, la cabeza la tiene metida en un libro de historia, matemáticas, química, física o literatura universal. La Iliada, La Odisea y El Quijote le son familiares y se abstrae por completo cuando algo que le interesa.
Con esa dedicación y facilidad ha aprendido también en pocos meses a tocar instrumentos musicales, como el acordeón, el piano, la flauta y la armónica.
Luis Roberto, el niño genio mexicano que este viernes soplará 11 velas de un pastel, sabe que es distinto, importante, pero a él sólo le importa que la gente, su familia y los que ama sean felices y asegura que "Dios me hará su instrumento para que así sea".
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